El domingo por la noche, cuando entramos al comedor a cenar, se acercó un camarero Hamman y nos trajo la carta de vinos. Indudablemente nuestra elección sería uno de la isla. La bodega; El Grifo, el vino elegido: Malvasía blanco seco.
Hamman, enseguida nos trajo el vino solicitado, la cubitera y procedió a la apertura de la botella, dando a probar a mi marido antes de servir la primera copa. Yo aguardaba expectante el veredicto, y con un ademán positivo por parte de Txetxu empezó a caer el oro líquido por mi copa. Nos dijo que la botella nos la podía guardar para acompañar la comida del día siguiente a lo que contestó mi marido: "Gracias pero el líquido lo guardamos nosotros, y la botella para reciclar" afirmo que desde ese momento Hamman cada vez que nos veía entrar nos echaba una mirada de complicidad y sin dar tiempo a nuestras posaderas reposar, venía con la carta de vinos y con su sonrisa antológica nos decía que nos podía recomendar algún "Rioja" a lo que le respondía: "Hamman, estoy en la isla y deseo probar todos los vinos posibles de aquí, porque una oportunidad como esta, es dificil repetir".
Después de las cenas solíamos asistir a los expectáculos del Hotel y hasta en uno de ellos participé con Fernando y María.
El lunes comentamos a María y a Fernando, que queríamos conocer la isla y que para ello, íbamos alquilar un coche para unos días porque la isla es pequeña, -en ese momento- Fernando nos dijo que ellos ya lo tenían alquilado desde Bilbao, así que nos dijo que no alquilásemos, y que podíamos ir los cuatro juntos, así las visitas iban a ser más enriquecedoras.
Y ha decir verdad, sí que lo fueron.
Juntos mi sensación era de unos padres de mediana edad, con unos hijos mayores y con un filing
especial. Así que los cuatro nos embarcamos en la aventura de conocer lo turistizado de la isla de Lanzarote y ver viñedos y bodegas.
De la visita a los viñedos aquí os dejo, lo que el ojo crítico, captó para el recuerdo
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